Una distopía anunciada
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El año es 2075 y el mundo, tal como lo conocíamos, ha experimentado transformaciones drásticas. El cambio climático, antes una advertencia lejana, se ha vuelto una realidad palpable. Ciudades costeras están sumergidas, selvas tropicales y bosques milenarios han desaparecido, y los desiertos se han expandido. Los fenómenos meteorológicos extremos, desde huracanes hasta olas de calor, azotan el planeta sin distinción de latitud.
En este escenario, la industria turística, antaño próspera, yace en ruinas. Destinos emblemáticos ahora son sombras de lo que fueron. Playas paradisíacas están devastadas por el aumento del nivel del mar. Maravillas naturales como los bosques tropicales han sido reducidas. Comunidades enteras que vivían en armonía con esos ecosistemas han desaparecido y especies animales han sido exterminadas. Sitios históricos han sucumbido al vandalismo, la contaminación y el abandono por parte de administraciones públicas casi ausentes en la sociedad.
★ PROYECTOS PREMIADOS CON LOS QUE INSPIRARSE
TRAVELING FOR HAPPINESS
Premio Transformación Empresarial
para la Sostenibilidad 2023
ARTIEM HOTELS
Galardonado por su iniciativa «Alimentación consciente», inspirada en la Dieta de la Salud Planetaria y definida en cinco palabras: local, natural, auténtico, saludable y moderno.
Viajar, que una vez fue un pasatiempo accesible y deseado, se ha convertido en un lujo del pasado. Restricciones gubernamentales y la inseguridad derivada de eventos climáticos extremos hacen que viajar sea un riesgo o sencillamente imposible en gran parte del mundo. Guerras por recursos, exacerbadas por la escasez de agua y alimentos debido al calentamiento global y la explotación desmedida de acuíferos y suelos agrícolas, han convertido vastas regiones en zonas yermas y en conflicto.
Los aeropuertos, que un día fueron símbolos de conexión global, están abandonados, con pocas rutas aéreas reservadas para el transporte de mercancías esenciales. El concepto de viajar por placer es una reliquia de un mundo que una vez fue inocente y despreocupado, más interesado en preocupaciones individuales a corto plazo que en el bien común y el futuro.
En un intento desesperado por preservar la experiencia de viajar, surge el turismo virtual. A través de tecnologías avanzadas de realidad virtual y simulación, las personas pueden experimentar versiones digitalizadas de destinos antaño populares. Sin embargo, estas experiencias, aunque ofrecen un escape momentáneo y placentero, no pueden replicar la emoción y conexión reales. Además, son prohibitivas para la mayoría de la población, siendo un lujo reservado a las élites que explotan aún más los recursos existentes.
La nostalgia por la era dorada del turismo es palpable. Los mayores cuentan historias a los jóvenes sobre días en los que se podía explorar libremente el mundo, maravillarse con sus bellezas naturales y disfrutar de diversas culturas.
En este mundo, la prioridad ya no es el ocio o la exploración, sino la supervivencia. Las comunidades luchan por adaptarse a las nuevas realidades climáticas, reubicando poblaciones enteras hacia lugares teóricamente más seguros. La innovación se centra en la sostenibilidad: energías renovables, agricultura eficiente en el uso del agua y ciudades diseñadas para resistir las inclemencias del clima.
El futuro del turismo en este mundo distópico es incierto. Mientras algunos abogan por su revitalización para reconectar a la humanidad con su planeta y sus culturas, otros lo ven como un vestigio de un pasado irresponsable que no debe ser revivido. La culpa obstaculiza las soluciones, la nostalgia frena la innovación. El capital y los gobiernos están más preocupados por mantenerse que por resolver problemas que consideran imposibles.
Pero volvamos al 2023. Ahora solo queda esperar y ver qué nos depara el futuro como adivinos en un mundo que aún está por construirse.